Máquina de serrar brazos (para el que quiera serrárselos)

Cualquiera que haya intentado alguna vez serrarse los brazos se habrá enfrentado a un problema de engorrosa solución, y es que si bien uno de los brazos puede serrarse sin problemas, el otro, esto es, el que empuña el serrucho, es anatómicamente incapaz de serrarse a sí mismo, por lo cual si uno desea amputarse ambos brazos debe recurrir a la ayuda de un amigo o a soluciones tan aparatosas como improvisadas que ponen en riesgo la entera anatomía del amputando.

Así ha sido, al menos, hasta hoy. Merced al nuevo y flamante ingenio aserrabrazos que aquí presento, uno será capaz de desmembrarse los cuartos anteriores sin necesidad de importunar a las amistades o ensuciar las vías del ferrocarril. El ingenio aserrabrazos puede instalarse en un espacio relativamente reducido, y no necesita más energía que la que el propio usuario proporciona. Además, sus peanas de tornillo universal permiten acomodarlo en cualquier estancia, ya sea su gabinete preferido o el frío y húmedo establo. Sea el primero de su localidad en adquirir el ingenio aserrabrazos y rentabilice rápidamente su inversión cobrando un módico precio a sus vecinos por el usufructo del aparato. ¿Quién necesita extremidades para trabajar teniendo un aserrabrazos, del que diríase que el dinero mana por sacas?

Vean aquí un pequeño boceto del mismo que llevo en mi cuaderno:

Espina de cremallera

Él sabe hacerse crujir el cuello. Hay quien puede hacerse crujir los dedos y las muñecas, todo esto lo puede hacer él también, pero es especial porque además sabe hacerse crujir el cuello, de manera que parece que se lo rompe.

Se lo cruje en medio de una calle atestada, esperando a que el semáforo se ponga en verde, y se deja caer, desplomándose como cadáver.

Ella aparece entre la multitud, sollozando, profiriendo horrorizados alaridos. Se rasga las vestiduras y llora la muerte sobre el falso cadáver. Él abre un ojo, y sonríe.

¡Era broma! Ella no sabía aún su extraordinaria capacidad para crujirse.

Se levantan y se van de la mano. Los peatones han seguido pasando junto a ellos con paso apresurado, tanto cuando se ha simulado la muerte como cuando tiene lugar la resurrección. Les impiden, de hecho, caminar. Nadie les mira, pero todos les empujan, les piden permiso para pasar, todos quieren pasar a través de la pareja, no entre ellos, sino a través de cada uno de sus componentes. Disculpe ¿Me permite? Si no le importa…, mientras les hacen a un lado en todas direcciones, la suma de las fuerzas del dorso de sus manos, haciendo crujir sus costillas, retorciendo sus columnas vertebrales como al escurrir una bayeta.

Otra variante es que él, tras crujirse el cuello, en lugar de desplomarse haga como que se le ha pinzado un nervio, la médula espinal nada menos, el bulbo raquídeo, y no pare de patalear en el aire fingiendo perpetuo calambrazo. Ella puede fingir horror, si ya ha pasado por la broma anterior.

Resulta que el muchacho tiene la espina dorsal de cremallera. No es que la use como una cremallera, es que es una espina de ese tipo. Puede hacérsele bífida como no cuide su alimentación o haga deporte.

Cartoniano

Introducido en un ascensor de cartón. Cubierto de cartón, dijeron que por unas obras, pero cada vez lo cubrían más, el tubo fluorescente, el espejo, los botones, todo, hasta que se descubre que eran una banda de hampones amigos de lo ajeno, que habían sustraído las valiosas planchas de metal y cables del ascensor, dejando sólo la carcasa cartoniana. De ahí los bandazos y la fatal y estrepitosa rotura del suelo al sobrepasar el límite de peso.

Ser de cartón.

Aplicarse cada día tiras de cartón húmedas sobre la piel, para que poco a poco arraiguen y se disuelvan con la propia carne. Hasta que los huesos no sean más que tubos como de papel higiénico y la carne toda esté formada a su vez por capas de cartón corrugado.

Esto le convierte a uno en un ser versátil y adaptativo, toda vez que en seco se es de una extrema ligereza, pudiendo dar grandes saltos y ser arrastrado por un viento moderadamente fuerte, a la manera de esas “cometas” tan de moda en Viena últimamente; y en mojado tiene uno más peso específico, además de un reblandor que permite flexionar las extremidades en cualquier dirección. Tacto esponjoso, chapoteo a cada paso.

Además, y ya sea estando seco o impregnado de fuel-oil, puede uno arder en un momento, con sólo sostener una colilla o manipular una lupa demasiado a la ligera.

La cocaína

La cocaína
La cocaína
No yo no tomo
Yo no me junto con gente que
Porque mi madre me dice que no me junte
Con la gente de la cocaína
No es buena
Mi madre lo dice
La cocaína
Mi madre tomo mucha cocaína cuando era joven y
Si no hubiera tomado tanta
Yo no habría nacido
Le jodió la vida
La cocaína
La cocaína es mi verdadero padre.
Su polvo blanco
Tanto como se metió
Hizo las veces de esperma
Se lo metía, claro
Por el coño
La cocaína
Y le hizo grumo con los flujos vaginales
Le hizo argamasa
La cocaína
La fecundó y nací yo.

Daguerrotipo




Ordenando mi trastero me he encontrado con este daguerrotipo de Don Bubón de la Ignominia y Salcedo, notorio morfinómano.


No sé si saben de alguien que compre quincalla de esta clase, ya digo que necesito hacer sitio.

Leche invisible

Todo esto empieza porque estoy sentado en una terracita a pie de calle esperando a que me traigan el café con leche que he pedido, es la pausa del café y lo cierto es que hace un tiempo estupendo para estar sentado en una terracita de buena mañana; pues bien, todo este civismo de sonrisa y periódico doblado salta en pedazos cuando el camarero me trae una taza llena sólo hasta la mitad de café, el tipo debe estar también con la cabeza en otra parte porque se ha olvidado la leche.

Café sin leche

¡Qué despiste! dice, pero cuando trae la jarra de metal donde los camareros transportan su espumosa y abrasadora leche, está vacía. ¡Debe estar bromeando! le digo cuando se dispone a verter el hipotético contenido de dicha jarra, sospechando que me está haciendo la de Rufio en Nunca Jamás, esa pantomima de sentarse a comer a una mesa cubierta de platos vacíos, al principio uno no entiende, es normal, los primeros días. La gracia está en llevar así una semana, que el hambre le haga a uno delirar y ver en la mesa spaghetti de plastilina y pollos de goma.

Pero no.

Realmente trae leche invisible, leche que al calentarse se vuelve completamente traslúcida pero que no deja de estar ahí en ningún momento. No vaya nadie a pensar que es como echar agua, hay magia aquí, no es un simple café aguado, porque el agua es transparente pero no invisible, deforma la luz.

En realidad verter esta leche especial es más bien como llenar la taza de aire, el aire sí es invisible, así que el resultado es como bajarle la opacidad al café:

Café con leche invisible


Bueno, en realidad no se ve muy bien, porque al bajarle la opacidad se mezcla con el blanco de la taza y queda marrón claro igualmente, si hemos de decir la verdad sí parece café aguado.

Pero por leche se entiende también esperma o semen, sigamos por ahí, sigamos en plural. No nos interesa tanto el aspecto reproductivo (que sería la generación de embriones parcialmente transparentes) ya que estadísticamente hablando el uso reproductivo del esperma es muy pequeño, y por tanto despreciable. Es por ello que nos centraremos en su uso visual, esto es, en la faceta pornográfica de la leche.

Hoy día en pornografía se utiliza mucho el esperma como componente de gran fuerza visual, pero no siempre ha sido así. Tampoco es descabellado suponer que antes del porno nadie hacía esas cosas de correrse en las caras de los demás. Es cierto que a primera vista esta práctica no tiene mucha lógica, pero pensamos que un análisis más detenido puede resultar revelador.

Hemos intentado averiguar cuál fue la primera vez que se incluyeron en una película pornográfica imágenes de la eyaculación masculina, y más concretamente de la eyaculación en el rostro de una señorita o señora, por ser esta modalidad la más extendida y en boga hoy día. Sin embargo, dicha búsqueda ha resultado fútil, toda vez que nadie parece haberse parado a pensar acerca de esta cuestión con un mínimo rigor. Todo lo más que hemos encontrado es un raquítico y mojigato ensayo elaborado por un individuo que precisamente ofrecía su dirección de correo electrónico para quien le supiera resolver este particular. Nos hemos puesto en contacto con él por dicha vía, confiando que tal vez alguien le hubiera enviado la respuesta, pero al parecer dicha cuenta de correo ya no existe. De modo que gallardamente recogemos el testigo y nos ofrecemos a cualquiera que sepa cuál fue la primera película pornográfica en la que se llevó a cabo la mencionada práctica.

Nuestra hipótesis, insistimos, es que dicha práctica fue propuesta por el cine pornográfico, y luego puesta en práctica por los usuarios anónimos en sus hogares. Consideramos dicha hipótesis lo suficientemente relevante y merecedora de atención, toda vez que sería sintomática de la capacidad del medio audiovisual para influir en los usos y costumbres de la sociedad.

Partimos del supuesto siguiente: la eyaculación facial o “cum-shot” fue un recurso estilístico propiciado en cierta medida por la naturaleza visual del mensaje pornográfico. Estimamos razonable suponer que en algún momento de la historia del porno un realizador anónimo tuvo la brillante ocurrencia de resolver la escena de turno con un clímax que uniera visualmente el esperma, en cuanto que símbolo del orgasmo masculino, con el rostro de la mujer, otro elemento de gran carga significante. No es necesario abundar en la potencia simbólica de ambos elementos, rostro y esperma, y del acto en sí, cuya similitud con el brochazo con el que el pintor dibuja sobre el lienzo nos parece evidente. No en vano se escoge precisamente el rostro femenino sobre otras partes del cuerpo más pedestres o asimilables a la animalidad intrínseca del acto sexual. Ese asqueroso moco blanco es una mancha, sí, pero una mancha a la vez seminal y semántica.

Proponemos por tanto que la eyaculación facial se representa en primer lugar en busca de esta fuerza visual sexual, y sólo a partir de entonces se empieza a practicar, por imitación y con intención expresiva, significante. Retroalimentado por este interés del público, el pornógrafo da rienda suelta a su creatividad, imbuyéndose del espíritu experimental de la actividad artística, de manera que dicha práctica se ramifica explorando todas sus variantes imaginables, buscando siempre ir un paso más allá.

Es por esta inquietud experimental que se acaba recurriendo incluso al individuo que eyacula leche invisible. A pesar de sus recelos iniciales, dicho individuo es tentado con grandes sumas de dinero, es comprado en definitiva, como cuando el Ejército se hizo con unas cuantas ampollas de su fluido seminal para cultivar in vitro soldados semitransparentes destinados a combatir desnudos, con la simple fuerza de sus manos.

Pues también se vendió, para el porno. El tipo era de los Legionarios de Cristo y lo pasó fatal, se le comía vivo el remordimiento y nos consta que se mortifica a diario desde que accedió a que se tomara la siguiente fotografía:

Eyaculación facial de esperma invisible
Y nada más que añadir. Esperando que el tema haya sido de su interés, nos despedimos, yo y el tipo que tomaba café de buena mañana más arriba.

Un huevo en la cara de Amenábar

No, no es nada sexual.

Es literalmente un huevo, un huevo como los de gallina, podría ser de gallina pero no voy a definirme, además ya está roto, su contenido, yema y clara, gotea pringoso por la cara perpleja de Amenábar como podéis ver en el dibujo (1), apelmazando su barbita incipiente.

No es que se lo haya tirado ningún competidor del feroz mundillo del cine, ningún meritorio rencoroso, ninguna putilla despechada que en venganza haya arrojado el huevo para sabotear su paseo por la alfombra roja, verde o color diarrea.

No es ningún cinéfilo ofendido por el flagrante y bochornoso intento del cineasta por parecerse a Kubrick ¡A Kubrick nada menos! dejándose esa barbita. No es la primera vez que lo hace, Amenábar, tiene fotos intentando parecerse a Buñuel. Pero tampoco es por eso.

No es una vecina molesta por el estruendo del evento farandulero. No es tampoco su travieso sobrinito, a pesar de que tiene por costumbre precisamente arrojar objetos desde su terraza a los viandantes.

Ni siquiera es un huevo venido del frío, del frío del espacio, más le valdría limpiarse cuanto antes, a Amenábar, si el huevo fuera extraterrestre, pero no hay cuidado porque no es el caso.

Es sólo un huevo. Resbalando por la cara de Amenábar. Pringando su traje de etiqueta. Despojándole de su dignidad. Arruinando su carrera para siempre.


(1) Aún no lo he hecho, en cuanto lo tenga lo cuelgo, pero podeis haceros una idea de cómo es: Amenábar de pie en la alfombra roja, flashes y cámaras por todas partes, su rostro estupefacto, churretoso de clara y yema rota de huevo. La gente primero contiene la respiración, no sabe si es una piedra, un cóctel molotof, un tanga, no sabe qué es vaya, pero en cuanto ven que es un huevo se echan a reír, Amenábar se pone muy colorado, tras unos muy tensos segundos huye sollozando a refugiarse en el cuarto de baño.

Las lentes del transfinito

Llevo tiempo dándole vueltas a una cuestión. Por qué las cosas que están lejos se ven más pequeñas que las que están cerca, cuando no lo son. ¡No lo son en absoluto! Mira a tu alrededor, mira los edificios del horizonte. Pon la mano delante de ellos, como si los estuvieras sosteniendo entre tu índice y tu pulgar. Como si los pudieras espachurrar. Intenta espachurrarlos. No se puede. Porque no son pequeños. Son muy grandes, y hasta que no te acercas, no lo ves.

Durante treinta largos años esta absurda ley de la percepción me ha torturado, hasta que por fin he encontrado su razón de ser. Para ello, he de hacer un diagrama:



Diagrama 1: Por el cual los objetos lejanos parecen pequeños cuando no lo son en absoluto
Nótese que el señor verde y el señor rojo son copias el uno del otro, y por tanto comparten forma, estatura y otras taras. También me he permitido la licencia de invertir la imagen percibida (los monigotes de la izquierda) ya que como sabéis el ojo percibe la imagen del revés. No abundaré hoy en las contradicciones de esa engañifa que llamamos visión binocular.

Vosotros, astutos lectores, me diréis que he dibujado una retina plana, cuando en realidad es curva. Y yo os diré que qué importa, cuando la imagen se recibe invertida, y algún agente secreto de nuestro cerebro le da la vuelta sin notificárnoslo siquiera. Pero no os falta razón, la forma de la retina afecta al resultado. Podría ser curva, cóncava o convexa, e incluso plegarse sobre sí misma de mil formas, pero siempre daría el mismo resultado: el señor verde se vería más pequeño que el señor rojo (ya que a ambos se les aplicaría la misma distorsión)

Tampoco hay modo de obtener un resultado distinto cambiando la lente, ya que una vez más el cambio se aplicaría de igual forma al señor rojo y al verde, resultando la misma diferencia de proporciones.


Lo único que afecta la proporción a la que se representan el señor rojo y el señor verde es la distancia a la que se sitúe la lente (el ojo, la cámara, lo que sea) Si la lente está muy cerca del señor rojo, éste parecerá mucho más grande que el verde, mientras que si se sitúa a mucha distancia, la diferencia de tamaño aparente no será tan grande.

En dibujo técnico hay una perspectiva, la perspectiva caballera, en la que el observador, la lente, la cámara, se sitúan a una distancia infinita. A esa distancia, los objetos del mismo tamaño tienen el mismo tamaño.

Para conseguir una imagen en la que los objetos más alejados se vean más grandes que los objetos cercanos, hace falta situarse en una posición transfinita. En esta posición, todos los objetos se ven más grandes de lo que realmente son, y cuanto más alejados estén, con mayor aumento se perciben, de manera que un objeto situado en el horizonte de este transfinito ocuparía todo nuestro espacio de visión, y si estuviera lo suficientemente lejos, alcanzaríamos incluso a ver su composición subatómica.










Hotel Grand Royal Fantástic

Pensaba explicar el por qué de ésto, pero mejor no:

HOTEL GRAND ROYALE FANTASTIC

Construido sin querer sobre un agujero de gusano, el Hotel Grand Royal Fantástic™ le proporcionará muy estimulantes experiencias y fallos de continuidad que pondrán a prueba su capacidad para los rompecabezas. Efectivamente, el Hotel Grand Royal Fantástic™ es todo él un descosido en el continuo espacio-tiempo. No apto para mentes conservadoras, representa un concepto de turismo que hace trizas al tradicional sol y playa, y es que en el Hotel Grand Royal Fantástic ™ podrá disfrutar de ofertas tan tentadoras como:

Viajes de enamorados: ¡Sorprenda a su pareja reviviendo la primera semana en que se conocieron!
Turismo histórico: Escoja entre las más de cien rutas programadas, desde la muy especial “Sueños de Faraón” hasta la postapocalíptica “Mad Max Meadows” pasando por la “Ruta Inquisitorial” o la popularísima “Viva Vietnam” Si lo prefiere y por un módico bonus, podemos diseñarle una ruta hecha a medida.
Sunset Relax: Un paseo instantáneo por los 50 lugares más hermosos del mundo, contemplando sus respectivas 50 puestas de sol, una detrás de otra. Puede reservar este viaje especial por adelantado, especificando una hora y lugar. El Hotel Grand Royal Fantástic™ le abrirá sus puertas en cualquier localización, garantizando su vuelta al mismo punto, una milésima de segundo después, de modo que nadie notará su ausencia ¡Evádase de esa soporífera reunión, exprima la pausa del café, y afronte su jornada con renovadas fuerzas!

Y todo esto en un entorno pletórico de estimulantes equívocos, teletransportaciones y cambios de pareja a mitad de polvo. No olvide indicar en recepción su fecha de entrada, para que al finalizar sus vacaciones pueda retomar su vida allí donde la dejó. Atrás quedaron aquellos días en que había que cuadrar las vacaciones con los compañeros de trabajo, pues del Hotel Grand Royal Fantástic™ puede salir antes incluso de entrar.

Contacto:
Para facilitar el acceso al hotel, éste puede encontrarse en el número X de la calle XXXX, todos los miércoles de 21:00 a 21:05.

Letra Pequeña:
El hotel no se responsabiliza de posibles bucles sin fin derivados del mal uso de sus instalaciones, ni del posible conflicto que se pudiera crear al encontrarse con uno mismo en el pasado y caerse fatal.

Menta Polea

Dedicado al dueño de la idea: porterodelantero.

Tenía que verlo funcionar.



Franco sin la "e"




(Dramatización)
Si Francisco Franco Bahamonde no hubiera tenido "e" en su nombre, habría sido bautizado como Francisco Franco Bahamond. Esta pequeña pero fundamental diferencia habría cambiado sin duda el rumbo de su vida, ya que las estilosas y afrancesadas resonancias de su nuevo nombre, repetidas una y otra vez desde pequeñito al pasar lista en clase cada día, habrían forjado su carácter de una muy otra manera.

Muy probablemente habría desechado la carrera militar, y habría ejercido sin duda como croupier en algún casino de Ferrol. Llevaría discretamente pero sin complejos su homosexualidad, quizá manifestada en forma de finísimo pendiente, casi alfiler, en su oreja derecha. El gobierno republicano no habría sido depuesto por él, sino por el propio Hitler, quien habría optado por afianzar el flanco occidental europeo para expandirse después hacia el este. La guerra mundial habría durado quince o veinte años, y hubiera sido especialmente sangrienta en nuestro país, ya que el III Reich, al considerar la península como un nido de peligrosos izquierdistas y afeminados, habría optado por los españoles en lugar de judíos como el pueblo elegido para morir.

El estado de Israel no existiría, en cambio, al finalizar la contienda las Naciones Unidas habrían proclamado que, para compensar a la raza ibérica por todas las atrocidades cometidas contra ella, era de justicia y menester devolverles el Imperio de Ultramar, esto es, toda Centro y Sud América a excepción de Brasil. A día de hoy, España ejercería este Imperio con puño de hierro, habría ya invadido los Estados Unidos y Europa (y Brasil), construyendo un titánico muro en los Urales para defenderse del chino.
Paradójicamente, el sueño del caudillo que sí fue se habría cumplido de esta forma, si el caudillo que no fue se hubiera reconciliado con su homosexualidad, abandonando sus irrealizables delirios de grandeza y beatificación.

La lección es evidente: perseguir un ideal (o en general cualquier propósito) sólo consigue el malogro y rompimiento del mismo. Muchas veces es mejor hacerse un ovillo en un rincón y aguardar pacientemente a que las piezas del mundo, en su sempiterno girar y permutar, encajen como a nosotros se nos apetece.